Choques culturales

Adoro los días de otoño que parecen primavera. Tener las ventanas abiertas y escuchar sonidos de otras casas. Me gusta oír la vida. No sólo verla.

Tengo una vecina nueva que toca la flauta travesera. No como para dar conciertos, pero tampoco se hace cansina tocando sólo la escala. En nada se parece a aquel chino que le realquilé una habitación en mi piso de las Ramblas, hijo de unos amigos de un amigo mío que había vivido en China. Vaya tipo raro.

Con apenas 18 años, había salido por primera vez de casa y aterrizó a más de 8.000 km para aprender castellano y violoncelo. No me preguntes. Yo no lo hice. Lo de preguntar, digo.

No hablaba absolutamente ni una sola palabra de castellano; y yo, de chino, ya sabes, chulín y poco más. Decidimos hablar en inglés. Qué gracia, cómo si yo supiera…

En esa época, yo tenía internet en casa. Pero no era como ahora. La tarifa barata era de 20h a 8h. Así que le expliqué como pude, en qué horarios podía conectarse con su portátil.

Era muy silencioso. No sé si porque no nos entendíamos y prefería no hablarme, o por cultura. A veces me olvidaba que  vivía en casa y me levantaba de la cama y al aparecer en el comedor: ¡susto! Ahí estaba, sentado en el sofá, con el anorak puesto y en chancletas.

  • ¿Qué coño haces con anorak? – le preguntaba en mi inglés playero, pero sin el coño.
  • Tengo frío – respondía sonriendo. Siempre que respondía algo, lo hacía sonriendo. Y no era por simpático sino por su educación oriental. Hasta cuando le pegaba bronca me sonreía. Y eso aún me cabreaba más.
  • Prueba a ponerte calcetines, que el frío entra por los pies.
  • 谢谢 – que significa gracias en chino y se pronuncia xièxiè.

Realmente había venido a aprender violoncelo porque no tenía ni pajolera  idea de tocarlo. Plantaba ese trasto enorme en medio de su habitación y se pasaba horas y horas tocando el DO-RE-MI-FA-SOL-LA-SI-DO-SI-LA-SOL-FA-MI-RE-DOOOOO. Como era de esperar, se equivocaba. Y vuelta a empezar. Yo me subía por las paredes. Acabó haciéndome un agujero entre cuatro baldosas con la pica del instrumento.

Había traído también un aparato eléctrico que hervía el arroz. Porque no se hierve en una cazuela normal con agua,sal y una hojita de laurel, y luego se escurre en un colador, no. Eso lo hacemos los occidentales, que no tenemos ni idea de comer arroz. Él ponía una medida exacta de agua y otra de arroz, lo enchufaba y aparecía el arroz hervido y sin líquido. Pura magia.

Era un poco cerdo comiendo. Hacía ruido con la boca al masticar y eso sí que me saca de quicio.

  • Esquius-mi. Jiar, güen yu it, yu it laik mi. Luk-mi!- Y me llenaba la boca con comida, masticaba con la boca cerrada sin hacer ruido- Du yu andesten?
  • Ok, ok- me respondía asintiendo a la vez con la cabeza y sonriéndome, como si mi inglés le hiciera gracia. Y entonces, bebía agua haciendo más ruido, si cabe, que masticando.
  • Esquius-mi. Jiar, güen yu drink, yu drink laik mi. Luk-mi! – y me acercaba el vaso de agua a la boca y bebía sin hacer ruido-Du yu andesten?
  • Ok, ok –y volvía a asentir con la cabeza y a sonreír.

Un día, llegando de sus clases de castellano en la Escuela Oficial de Idiomas, me preguntó:

  • Qué difelencia hay entle la L y la L?
  • Ninguna.
  • Sí, hay difelencia. Esta L y esta L – Y me enseña dos palabras que tenía escritas en el cuaderno: Rabia y Labia.
  • Coño, pues ahora sí que veo diferencia. – Y me acordé de ese chiste tan malo de “los perros del Curro no me dejan dormir” pronunciado por un chino. Lloraba de la risa. no pensaba que me llegara a ocurrir eso nunca. ¿Y cómo se lo explico en inglés?

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